SOBRE PADRES E HIJOS

A raíz de la publicación de LO EXTRAÑO DE LOS EXTRAÑOS me he encontrado con varias situaciones en las que me he sentido «raro» y con sentimientos encontrados.
La que más me ha llamado la atención es la que se sitúa en el centro de mi propia familia.
Quien me conoce sabe que puedo pasar de un extremo sociable/comunicativo/emocional al otro con mucha facilidad: de extrovertido a tímido en un plis plas.
La publicación de LO EXTRAÑO DE LOS EXTRAÑOS era a su vez un evento feliz y para celebrar pero también un momento de timidez y encogimiento. Lo primero para con el mundo exterior. Lo segundo, para con mi propia familia.
Me costó mucho dar a conocer (en este caso regalar) el libro a mis padres y hermanos.
Decía demasiado de mí.
Yo, que casi siempre he huido y me he escondido a la hora de mostrar mis emociones.
De hecho, mi madre se lo está leyendo, y el otro día me dijo, con un poco de congoja: «Pero… ¿tú has tenido esas emociones?»
Y es que el punto de partida físico y mental de uno de los personajes del libro no es que sea muy optimista.
Tener que explicar a mi madre, con pocas palabras, que utilizo emociones que conozco (no voy a contar de qué o por qué las conozco) pero que yo no soy el personaje, no fue fácil, y menos quitándole hierro al asunto. Todos los personajes tienen una parte de mí, ya sea recuerdos, emociones, sensaciones, personas que me acompañan, personas que conocí… al igual que tiene otra parte (la mayor porción) inventada. Pero no soy yo.
Aun así siento que el libro es lo más cercano que mi madre (y mi familia) ha estado o estará cerca de mí.

Ello me hizo pensar en hasta qué punto nos conocemos padres e hijos.
Ese hermetismo.
Ese estar cada uno en su lugar.
Ese mirar desde arriba hacia abajo y viceversa.
Tus padres no son tus amigos. Son tus padres, cumplen una función.
Y punto.
Tienen su vida y han tenido un pasado rico y pobre regado con muchos años de vida antes de tu llegada, y tú no haces el mínimo esfuerzo por saber, conocer, involucrarte, descubrir cómo fue ese pasado, cuáles fueron sus inquietudes, sus sueños, añoranzas, anhelos, experiencias, vivencias. Eres un hijo, egoísta por naturaleza. Bastante tienes con descubrir cómo funciona tu propio mundo particular como para intentar conocer el de los demás.
Y cuando por fin sientes curiosidad, ya es tarde.
La barrera entre ambos mundos, entre ambas personalidades, es demasiado gruesa, hermética, infranqueable.

Supongo que es difícil ser padre (no lo soy, sólo puedo suponer).
También es difícil ser hijo. Desear no defraudar. Lo que se espera de uno. Ser digno.
Cuesta años de vida y mil caídas descubrir que no tienes que defraudar ni agradar a nadie. Sólo tienes que ser digno de ti. Ser feliz.
Tener voz propia es complicado hoy en día.
Y una voz propia te hace libre.
Me ha costado hallar mi voz propia.
Y más aún me ha costado que esa voz propia se oiga alto y claro.
Como un grito.
Y ese grito está impreso. Plasmado en cada palabra de mis escritos, de mis libros, de mis versos.

Padre, madre, así soy yo. Esa es mi voz.
Y así soy feliz.

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