Si no escribes con tacos… En el Sherezade
Siempre es un placer pasar por el Sherezade Micro Abierto que organiza la peña de Letras Cascabeleras (la última vez que me dio por ahí todavía se hacía en el María Mandiles – el bueno, no el de ahora – así que algo ha llovido), que sigue haciendo un trabajo encomiable por la cultura en Cáceres.
Aparte del momento troll de «Batman y Superman confirman su noviazgo», un pequeño pique con María Carvajal A. K. A. María Karmo (yo salgo si tú también sales) hizo que me acabase de liar la manta a la cabeza y pillase el micro para leer, que no recitar (recito fatal), lo último que había escrito esta misma mediodía al calor de uno digo dos digo.., vinos.
Algo que va sobre lo enemigo que soy de mí mismo, sobre el ver una puerta cerrada y no atreverse a tirarla abajo o saltar por la ventana y sobre que todos lo ven menos yo, y cuando digo todos me refiero a mi familia. Se merecen que salte de una puta vez.
Ahí va:
«Y te observo observarme,
cómo me debato entre la ilusión y el miedo
y digo lo que no hago y hago lo que no digo
y no te engaño pero te dejas engañar
esperando que llegue ese día, pronto, deseas,
que haya pegado todas mis piezas
y no me sienta como un puto sudoku
y haya sanado todas esas cosas que no se ven
que tengo dentro
y que me tienen maniatado
dentro de un canción de The Cure,
de Joy Division o de Radiohead
aunque a veces parezca más de Nine Inch Nails.
Y los dos lo sabemos,
que hago trampas hasta cuando voy ganando
porque me da miedo empezar a perder
cuando es evidente que no soy la banca
y el juego ya está trucado.
Y tienes paciencia aunque no la pida
y ves cómo me deslizo cuesta abajo
y me raspo el culo y las manos
y aun así no soy capaz de frenar
y me acerco al precipicio
y pienso que a ver si de una vez me estrello
y cierro los ojos
y te acercas aunque nunca estuviste lejos
y me dices al oído «salta»
y pienso «joder, qué hija de puta,
que esto está muy alto»
y luego me sigues diciendo
«que no, que es en plan optimista»
y te creo porque a veces saltar no es malo
y como mucho te puedes romper la cabeza
o la cadera,
que total no es para tanto,
y como este juego es mío
y en mi casa se juega así,
vuelvo a hacer trampas
y me pongo una bola extra
y decido, otra vez, ganarme la partida
y dejar de decirte más frases que empiecen por
y…
y…
y…
y..,
porque no es justo
que siga encadenando íes,
que este cuento ya te lo sabes
y te mereces que, por fin,
ponga un punto y aparte.»
Hasta la siguiente ocasión.