Ruinas y paraguas.

Despierta, muchacho.

Sabes que hay días mejores y días peores, que a veces te tiemblan las piernas, pero no tienes más cojones que sobreponerte, así que lo haces y sales a la calle. Cuando sales a la calle tu cabeza deja de dar vueltas y todo está un poco mejor. Cosas de la tentación, que te jode hasta que la vences. Después desaparece.

En la calle todo está en ruinas. La gente no lo sabe, pero vivimos entre ruinas. Más concreto: nosotros mismos somos ruinas.

Gente pensando en alto. Por la calle, en la cafetería, en la cola del banco. La gente piensa en alto y parece que nadie se da cuenta de que está desvelando sus más íntimos secretos a quien quiera que preste atención. Pero es que nadie la presta. Todos están pensando en alto, ensimismados en sus cosas, y lo que digan los demás es como si no existiese. De hecho, los demás no existen. Todos son fantasmas para todos, no están ahí, sólo quedáis tú y tus paranoias.

Despierta, muchacho.

En la calle hay un viejo con una guitarra cantando al más puro estilo «Pardao». De hecho canta el «parece que aún fue ayer» de Los Suaves pero no es Yosi. Al menos éste es capaz de acabar las frases, aunque no tiene público que lo compruebe. Sólo tú.

Despierta, muchacho.

De unas ruinas pueden salir unos buenos cimientos. Te tiembla la mano mientras sujetas un vaso de agua. Luego te lo llevas a la boca y tragas. Acompañas el trago con un buen placebo. ¿O era al revés? ¿Acompañas al placebo con un buen trago?

Da igual, a veces llueve y a veces no. Lo demás no importa. Sólo asegúrate de tener un paraguas.

Despierta, muchacho. Está lloviendo y no puedes seguir así. De hacerlo, te arrastrará la corriente.

La cabeza te da vueltas y te tiemblan las piernas. Te gustaría quedarte en tu refugio pero no es seguro. Sal a la calle y anda. ¿Tienes un paraguas?

Ábrelo, muchacho.

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