LO QUE HE VISTO

En mi trabajo veo muchas cosas.
La mayoría me resbalan.
Debe ser así.
Si no, me destruirían.
Me irían minando.
¿Cómo se combate? Con mucho humor negro.
Ahora bien, últimamente se repite una misma figura demasiadas veces:

Un hombre mayor, anciano, con la dureza de la vida marcada en los ojos y las arrugas. Ha llegado a su invierno tras navegar por un río lleno de incertidumbre, buenos y malos momentos. Porque la vida es eso. En todos lados. La cuestión es saber cómo afrontar cada uno de ellos.
Pero esta vez es distinto.
Ahora se enfrenta a lo peor de todo. Ahora que ya no tiene fuerzas para luchar. Ahora que es un capitán que sólo puede esperar que la estructura de su barco aguante, como sea, la furia del mar. Ese mar que no distingue, justo e injusto a la vez. En estado puro.
Pero este mar es distinto, porque se rige por las normas de los hombres y no por las de la naturaleza. Y contra los hombres, cuando se ponen gilipollas, es mucho más difícil luchar. Y él ya no es el que era.
Ese hombre se sienta frente a mí y me explica que no dudó en apoyar a su hijo en sus sueños. Que él ha proveído siempre, que a su familia no le ha faltado nada, hasta ahora.
Él ya no tiene fuerzas y su hijo ha caído. Algo se torció. Algo salió mal. Su hijo lucha y hace todo lo que puede por salir adelante, pero no le dejan. Los bancos, como casi siempre. Toda la familia se ha volcado con él, todos han ayudado en la medida de sus posibilidades, pero hay un momento en el que todo acaba, pues no se puede dar más.
Y los bancos son ciegos, como la justicia. Sin sentimientos. Sin emociones. Sin humanidad.
Y ahora van a por el hombre porque avaló al hijo en la búsqueda de sus sueños.
Un hombre en su invierno que ya no puede proveer. Cansado, agotado, desesperado.
Y un hijo que me mira desde su silla, al lado de la de su padre, frente a mí.
Su mirada está perdida, en otro lado.
Conozco muy bien esa mirada.

Lo que he visto es IMPOTENCIA.
España va bien. Ha salido del hoyo. Dicen.
He visto muchas cosas, pero eso NO.

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