LA IMPORTANCIA DE RECUPERAR LA SONRISA

LA IMPORTANCIA DE RECUPERAR LA SONRISA

Recuerdo aquella clase en la que un profesor me preguntó mosqueado de qué me estaba riendo. Me conocía desde hacía años y debería haber sabido que mi cara es la que es. Se me dibuja la sonrisa, quiera o no.
Vive conmigo un amigo perro que se llama Smile.
Y siempre me he sentido un poco payaso. Era la forma de dejar de ser tímido.
Desde entonces, desde siempre, mi sonrisa me ha acompañado, también como un estado de ánimo, como una forma de ver la vida, como un antídoto para todos los males.
Pero ya no lo hace.
Y no sé dónde está.
No hablo de la sonrisa física, esa es mi máscara. Demasiados años juntos como para que se borre tan fácilmente.
Mi otra sonrisa, la interior, ya no está.
No, no es la primera vez que se va. Me he perdido y encontrado otras veces antes, y en cada momento ha llevado un tiempo distinto hallar el camino. Esta vez no será distinto.
No se me ha borrado por temas sentimentales, ni por temas laborables, ni familiares, ni económicos. Vale, miento. Al menos no se me ha borrado exclusivamente al cien por cien por eso pero sí un poco por todo. Porque la vida lo engloba todo.
Iba por la calle, andando, y me paré en seco. Dejé de andar. Era incapaz de dar otro paso. También tenía la mente en blanco. Vacío. Y no sabía qué hacer. Me costó forzar a mi cuerpo para que se moviese.
La otra noche, regresando a casa, me volvió a pasar. En un trayecto de 20 minutos, me paré seis veces.
Miré a mi alrededor. El mundo seguía moviéndose, los relojes no se habían parado. Pero yo sí. Me había parado. En seco.
A mi trabajo acude mucha gente pidiendo ayuda, buscándome, a mí, como una jodida tabla de salvación, y debo estar a la altura. Es lo que vendo, es lo que soy: compromiso.
Lo he dado todo por mucha gente y no siempre se me ha respondido de la única manera que necesitaba que se me respondiese, money money money.
Veo a esa gente acudir a mí, pongo mi sonrisa y mis cojones sobre la mesa pero… Cuando se apagan las luces… ¿A quién acudo yo?
Demasiados años tragando mierda ajena y no sé dónde descargar la mía.
Me he pasado las últimas horas durmiendo y en silencio. Meditando. Dejando que el ventilador me pegue en los pies. Con Smile a mi lado. No se aparta de mí. Sabe que no estoy en mi mejor momento y me busca para decirme que no estoy solo. Y no lo estoy.
Pero sobre todo, meditando.
Siento que necesito, debo, recuperar la sonrisa.
La buena noticia es que estoy en ello: estoy escribiendo dos libros a la vez y uno de ellos lo regalaré gratuitamente en doce capítulos mensuales (el primero en septiembre). Siempre entendí la escritura como mi método ideal de sanación.
En los libros me descargo, me vacío, me libero. Quien me conoce y los lee sabe reconocer tanto de mí…
Pero va a llevar tiempo.
Tened paciencia conmigo.
Mientras tanto, me apaño con los pequeños detalles: recién llegado a casa, disfruto del aire, queso y vino, en mi azotea. En la oscuridad.
Este rato, curiosamente, me hace sonreír.
Mañana será otro día.
Mañana… Más y mejor.

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