Blind.

Escucho la banda sonora de Blade Runner. Me relaja, me ayuda a dormir.

También me ayuda a calmar mis emociones.

Emociones. ¿Para qué coño sirven? La otra noche sentí rabia. Me entraron unas ganas animales de partirle la cara a alguien, golpear, y golpear, y golpear, y seguir golpeando, hasta que se quede sin cara o hasta que me quede sin nudillos, una de dos.

Pero soy capaz de pararle los pies a mi animal. Casi siempre lo hago. Aunque hay veces que no me apetezca. Pero lo acabo haciendo. Evito el mal mayor. Me quedo parado y en vez de pegarle al imbécil que tengo delante me doy esas hostias a mí mismo, imaginariamente. Una y otra vez, una y otra vez. No tengo ningún derecho a pegarle. Conmigo mismo es distinto… a veces hasta me gusta.

Además de la rabia sentí cosas que no debo sentir, que no me puedo permitir sentir. Cerré la boca, es lo correcto. También cerré los ojos. Tras las gafas de sol es fácil, aunque ridículo.

Supongo que aún no estoy preparado para ser el humano que era. Ni siquiera el animal. Eso es más peligroso todavía. Ahora soy más como un electrodoméstico, una máquina con el chip alterado. Un frigorífico que hace las funciones de horno. Menuda frivolidad, dirían el resto de electrodomésticos.

Pues sí, pero es que ser frívolo también se me da de puta madre. Seguro que así ganaré alguna partida de póker.

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