AMAR A TUMBA ABIERTA

Vivo a tumba abierta.

No sé hacerlo de otra manera.

Para todo.

Para lo bueno y para lo malo, siendo consciente de que no hay verdades absolutas ni términos cien por cien exactos.

Así es como escribo: Soltando lo peor de mí (que en términos literarios es lo mejor), esa parte oscura que necesito vomitar de alguna manera para que no me arrastre ni me ahogue. En ese sentido, ya lo he dicho muchas veces, escribir es sinónimo de sanar. Exorcizas tus demonios, te desprendes de tus miedos, tus males, tu rabia, tu dolor, tu pesar de cada día, tu pena… y sorprendentemente, muy de cuando en cuando, sale algo hermoso, que merece la pena y que gusta a quien lo lee. Transmite emociones y a veces hace sonreír, ya sea por la ironía y el humor negro que inevitablemente se me escapa, ya sea porque en el fondo lo que pretendo contar es tan… emocionalmente humano… que abre la puerta del recuerdo a quien se deja llevar.

También vivo así: intentando dar lo mejor de mí.

Siento, vivo, amo a tumba abierta.

No importa que la historia tenga fecha de caducidad, no sé hacerlo de otra manera, sin reservas.

Por eso cada día, por encima de las inevitables emociones encontradas, le doy gracias a la vida por haberme permitido vivir, disfrutar, amar, de una forma tan intensa, como cuando ves a una estrella fugaz caer brillante del cielo, más brillante que otras, y le pides un deseo. Salvo que en la vida real los deseos no siempre se cumplen.

Porque cuando alguien me importa puedo decir que en cada caricia, en cada suspiro, en cada gota de sudor, he amado. Y me gustaría creer que, aunque solo hubiesen sido unas milésimas de segundos, también he sido amado.

Doy las gracias porque no se puede vivir sin sentir, y sentir esas emociones es algo hermoso. He sentido, he palpado la belleza de la vida. Es lo que nos hace más humanos, por encima de nuestros defectos (y yo realmente tengo muchos).

Amo lo que soy con mi ying y mi yang (y me ha costado), amo lo que siento, amo lo que vivo y tengo el privilegio de vivir y compartir, amo la intensidad con la que lo hago y amo todo lo que me puedes dar.

Arriesgando, dejando el pecho a descubierto. Sabiendo que un día llegarán las heridas, aceptándolas y asumiendo el precio… porque merece la pena.

Vivir de otra manera no va conmigo.

Gracias a eso quizás pueda ser mejor persona.

Y a lo mejor, tal vez a lo mejor, mejor escritor.

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