DESPOTRICANDO (V): SUBVENCIÓNAME, PLEASE

Subvencióname, please, dame dinero para hacer un trabajo y que así no tenga que currarme esa parte tan jodida del negocio que es sacarle rentabilidad, porque ya me has arreglado esa papeleta.

Por norma general estoy en contra de toda subvención, sea del tipo que sea, pues acaba mutilando el ingenio.

En este puto país estamos demasiado acostumbrados a ver cómo durante años se han montado empresas con el fin último de conseguir y cobrar subvenciones, es decir, por y para sacar provecho del dinero público. Luego, el trabajo se hacía (o no sea hacía, que era peor, aparte de delito) de cualquier manera sin importar la calidad y se acababa justificando más mal que bien.

Me da lo mismo que hablemos de cine, de educación, de agricultura… Mientras haya subvenciones seguiremos mutilados mentalmente, sencillamente porque no nos estamos jugando los cuartos de verdad. Los nuestros.

Imagina que no existiera apoyo público y eres un cineasta. Estoy seguro que en vez de hacer películas sobre la guerra civil o sobre mierdas demasiado intimistas que no interesan a nadie, te comerías el coco, intentarías comprender qué le gusta al público, y dárselo. O inventarías nuevos medios de entretenimiento. Ésa sería la única manera de sacar rentabilidad, porque en el fondo, todo es un jodido negocio. Sí, saldrán mil Torrentes, pero también  algunos Nolans (por decir alguien). Porque al final, si es bueno, acaba abriéndose camino, pues, aunque no nos lo creamos, no todos en este puto mundo son tontos ni paletos.

Business is business.

Eso los yankis se lo tienen bien aprendido. Si arriesgas tu dinero, si no tienes el colchón de las ayudas estatales, autonómicas o municipales, cambian las reglas del juego. Es ahí donde y cuando ganan los más listos, los más ingeniosos.

Con subvenciones casi nunca es así. Es terreno perfectamente abonado para que gane otro tipo de listos, los «chicos malos», los que no nos interesan que medren porque hacen una sociedad peor, ésos de los que ya nos hablaban siglos atrás, por ejemplo, en el Lazarillo.

 

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